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tristan

Salamanca a los quince años de la tarde.

Querían los álamos que me volviera sombra, ruina de quince años que paseaba, Tormes arriba de la mano de alguna flor que se volvía libélula al dar las nueve campanadas en no sé qué monumento hastiado de turistas.

Salamanca moría a mis pies porque Sartre ya empezaba a malherirme a las quince de la tarde de un domingo cualquiera, espejo, agua, catedral, doncella núbil a la que me agarraba por inercia. Nos sudaban las manos, que eran los únicos fluidos compartidos mientras recitaba poemas mal aprendidos. Y los juncos silvaban melodías que nunca entendía. Porque yo no quería el légamo, ni el olor batracio de las obas marinas del Tormes, que desquiciaban mis domingos llenos de nada y lujuria contenida.  En realidad, lo único que quería, es que pasara de una vez todo aquello e irme a mi cuarto a escribirlo, que era la única forma de vivirlo con elegancia.

Querían los álamos que me volviera sombra y lo consiguieron. Sombra fui, y sombra sigo siendo, al amparo del Tormes, que muerto ya, aún existe y sé que me espera, soy la misma sombra que los álamos del río querían. Sombra soy, más sombra enamorada.

2 comentarios

psique -

Salamanca a los quince años de la tarde

¡Qué bello lo narras!... El encuentro, con Salamanca y su Tormes, con la adolescencia, tal vez con el amor en esa doncella núbil a la que te abrazabas, con la inocencia no perdida en el deseo de vivirlo en la escritura...

La elegancia como compañía permanente entre tus versos (versos son, aunque escribas prosa poética... beldades que tan elegantemente atesoras)

Y ese regusto que dejas, el recuerdo de Quevedo sonando en el último instante...



AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

erato -

Ser sombra enamorada en una ciudad como Salamanca tiene que ser muy especial. Has conseguido que salgan de mis bolsillos como polvo de estrellas, momentos vividos en esa ciudad que guardo como caramelos de menta para repartir en una fría mañana de invierno. Precioso texto Carlos.Un saludo