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CAPRICHO

CAPRICHO

Todo el día en estas penumbras, tinieblas de pasillos, todo el día en casa con mi hijo, horas para consumir, momentos que se adhieren a las puertas, a las paredes, a los rincones, por todos los siglos, porque así son los momentos memorables. Música y martillazos de la obra eterna que es la ciudad, estas risas engastadas sobre mi pelo que es la alegría de mi hijo, estas soledades acompañadas, el juego, las alfombras, tirarme al suelo con él sin hacer caso del tiempo, paraíso encontrado, polvo en suspensión, parada y fonda en cada minuto.

 

Aún así tuve tiempo de reorganizarme esta “habitación propia”. Sabía que algo me incomodaba y no era sólo la luz, no era Virginia Woolf que venía avisándome desde la solapa de sus diarios, no es que la sombra de mi propia mano me impidiera ver mis garabatos, es que la mesa, desde siempre, me pedía a gritos que la pusiera bajo la ventana. Al final creeré en el feng shui. La luz abofeteaba mis cosas, las sombras se desparramaban a mi espalda, y no sé que estelas de alfombras, paredes, ventanas, risas intemporales, manos diminutas, puntos de vista cambiantes, horizontes caseros recién estrenados, mi hijo, me convertían en un individuo privilegiado…Momentos que cabalgan felicidades inesperadas, lo infinitamente pequeño.  Este es mi primer dibujo en esta nueva ubicación. Lo he llamado “Capricho”, acordándome de Goya, porque caprichoso es completar el azar del garabato, sobre todo en días calmados como éste, donde el mar, la playa, el amistoso arrimo de otras personas son perfectamente prescindibles.

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