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tristan

Yo, alguna vez, acaricio catedrales

Tengo el teclado entre las manos, tengo entre los dedos la penumbra de este cuarto, y tengo mil segundos para contar, tengo el sabor meloso del polen, la sombra acariciante de las catedrales, el aroma verdinegro del rio, la luz alcahueta de los rincones y ningún tema para escribir. Pero tiempo al tiempo, porque para escribir sólo hay que ser libre y ver aquí, en esta pantalla, ese charco que es tu pensamiento, me  pone como un violonchelo  ronco. Libr e, libre quiero ser.  No la toques más, que así es la rosa, los caireles de la rima estorban al poema, y en este plan.

Mañana pasaré la lengua por el asfalto, y acariciaré algún gato muerto para sentirme aún más vivo. Si es negro, mejor.

Saludos amigos

2 comentarios

psique -

¿Cómo lo haces?...

¿Cómo tienes la metáfora perfecta que acaricie, no catedrales, sino el alma del lector que te descubre?

Quiero ser palabra para deslizarme entre tus versos, a ver si con ello me llenas de esa hermosura que derrocha tu pluma...

Felicidades, por todo.

erato -

A veces para escribir solo hace falta deslizarse imaginando ese charco del otro. Lurgo fluye eso que llaman alma o psique intentando atrapar las letras adecuadas, no más. Genial ese final del gato. Un beso.